09 marzo 2013

Etarras e idiotas


















Rosa Díez escribe hoy en su blog sobre el PSOE de Zapatero y sobre los que callaron (y siguen callando) ante la peor de las corrupciones: hablar de política con ETA

Esto es lo que dice la líder de UPyD:
Este artículo de Millás me ha hecho recordar lo que ocurría en el PSOE cuando empezó la decadencia y su desmembración como partido progresista y nacional. Yo estaba entonces allí. Yo denunciaba lo que estaba ocurriendo, la gravedad de la ruptura de todos los consensos básicos, desde la política europea hasta la política antiterrorista, pasando por el diseño del modelo territorial del Estado que Zapatero prefirió acordar con los partidos nacionalistas, los partidos que no creen en el estado español.

Qué bueno hubiera sido que Millás denunciara entonces, cuando estaba ocurriendo, la hipocresía de las mujeres feministas del PSOE. Qué bueno hubiera sido que contara, en vivo y en directo -ya que confiesa que lo sabía-, que las feministas del PSOE decidieron no apoyar a Nevenka en sus denuncias contra el acosador sexual porque era "guapa y de derechas". Pero ni él ni los barones del PSOE decían nada entonces...

Así fue todo cuando empezó la demolición del Partido Socialista Obrero Español: nadie decía nada porque Zapatero, gracias al trabajo de Pepe Blanco, había conseguido atesorar todo el poder orgánico del Partido socialista. Nadie pintaba nada en el PSOE si no estaba con la dirección; nadie iba en una candidatura, nadie conseguía ser ni concejal de pueblo si no comulgaba con la nueva doctrina, la de la segunda transición: hagamos lo contrario de lo que hicieron nuestros mayores, expulsemos al PP del pacto constitucional, pactemos todo con los nacionalistas. Vamos, lo que intentó Miterrand (con éxito, por cierto) en Francia: favorezcamos la creación de una extrema derecha española con representación institucional para garantizarnos el poder de manera cuasi eterna.

Hoy la gente se asombra de que las cosas en el PSOE hayan llegado al extremo de que ese partido, en el modelo que conocimos los que formamos parte de él en los años setenta, haya desaparecido. Lo que está ocurriendo es de una lógica aplastante: a partir de que los dirigentes de entonces les pareciera normal que Zapatero teorizada el pacto político con ETA (eso fue la negociación, que dejaran de matar a cambio de concesiones de carácter político), ya nada queda a salvo. La mayor de las corrupciones fue ese intento de pacto con ETA; intento que, por cierto, ha tenido su éxito, pues están en las instituciones y hasta el PP lo acepta como un avance de la democracia. Insisto: una vez que te corrompes en lo máximo, cualquier otra desviación es puramente anecdótica. Ni el modelo de estado para consagrar la desigualdad ni ninguna de las políticas que el PSOE pueda defender significarán traición mayor a la democracia que esa indigna negociación con ETA.

Se que hay quien no quiere contemplar las estas cosas en su contexto. Pero no hay mayor corrupción que asimilar como a semejantes en la esfera política a personas o partidos que justifican los crímenes de ETA y que consideran que el final de la banda pasa por el reconocimiento de "todas las víctimas" en igualdad de condiciones, lo mismo el terrorista al que le estalla una bomba que estaba preparando para asesinar a un padre de familia que el de la víctima de ese horrendo crimen.

Pues eso es lo que hizo el Partido Socialista en la primera legislatura de Zapatero: reconocer a la banda terrorista como interlocutor político. Lo de menos es que no llegaran a acuerdos completos con ellos: el mero hecho de reconocerles como iguales fue la mayor de las traiciones a la democracia que un partido político puede cometer.

Por eso al leer el artículo crítico de Millás he pensado en lo que hubiera sido si todos los que hoy critican las políticas de Zapatero lo hubieran hecho entonces, cuando las estaba llevando a cabo. Si todos esos barones (desde Bono a Jaúregui, pasando por Chacón, Guerra o Barreda, o Ibarra, o Chaves...) hubieran actuado entonces en coherencia. Ellos tenían poder para hacerlo, para provocar un cambio de rumbo en las políticas que se llevaban a cabo. Ellos eran miembros de la Comisión Ejecutiva, del Congreso de los Diputados...; ellos presidían Comunidades Autónomas, controlaban federaciones importantes del PSOE... Ellos callaron; ellos permitieron; ellos asintieron; ellos votaron (hasta Joaquín Leguina votó a favor del Estatuto de Autonomía de Cataluña, no diré más...) las propuestas del PSOE para desmembrar España rompiendo la igualdad y la cohesión de todos los españoles...

Ellos, todos ellos, compartieron la responsabilidad de la mayor de las corrupciones: el pacto político con ETA. A partir de ahí, ¿qué viene ahora a contarnos?

Nadie se movió; nadie rompió la disciplina de voto. Nadie dijo nada en los órganos en los que se podía opinar y de los que ellos eran miembros. Zapatero tenía tanto poder como falta de conocimiento. Y todos ellos querían estar en la foto. Y que no me digan que no se podía hacer otra cosa que callar; yo hablé. Y me fuí.